El patito feo del Infinity Engine

Si no recuerdo mal, el cuento del patito feo nos invita a creer en nosotros mismos y no comernos el coco con debilidades que sólo vemos nosotros. El pato al final resulta ser un cisne que había por ahí traspapelado, y luego se ríe en la cara de los que antes le marginaban. Puro efecto "Betty la fea".

Pero hay veces que el pato feo es muy feo, y no tiene nada que le salve. En una excelsa familia de la excelsa tradición de los juegos de rol para ordenador (CRPG), los juegos del motor Infinity de Black Isle, el Icewind Dale 2 destaca como pata coja del banco, la entrega maldita, a pesar de tener cualidades para triunfar. IWD2 es claramente un puro "dungeon crawler" lo más "hack and slash" que imaginarse pueda, a pesar de que nos invitan a vigilar el aspecto rolero (ampliamente desaprovechado). Sólo la primera parte podría arrebatarle el puesto como juego más flojo de la familia, eso va por gustos personales, porque también adolece de los mismos problemas aunque quizá más suavizados y es por eso que conseguí acabarlo, aunque la verdad, el sistema de combate y "pull" de la segunda entrega es lo que realmente me ha ganado la partida.

Vaya por delante que, sin dejar de ser curioso, de crío era mucho más hardcore gamer que ahora. A finales de los 90, principios de los 2000 internete era un lujo al que yo por supuesto no podía acceder. Aun así, a base de horas destripé por completo el Baldur's Gate original, con mucha más paciencia de la que tendría ahora, lo cual es una bella moraleja. Un poco más de lo mismo con los que siguieron, el Icewind Dale y el BG2, cuando ni soñaba con algo como GameBanshee o los tutoriales de creación de personajes. De todas formas, para hacerlo un poco más creíble, decir que venía de la experiencia del Ravenloft, así que tampoco era manco a la hora de hacer un personaje, pero iba a lo seguro (Guerrero/Ladrón con mucho 18 y esas cosas).

Pero de entre todos estos bellos juegos hay uno que se resiste irreductible, cual aldea gala a mostrarme los créditos. Y es la segunda parte del Icewind Dale. La primera vez que le eché mano fue como en el año 2002, en plena fiebre de D&D. Múltiples veces lo he empezado, a tal punto que ya jugar Targos casi me da arcadas, muchos personajes he hecho, mucho he soñado, pero creo que ya es hora de afrontar la realidad. ¡Este juego es un soberano coñazo! A pesar de ser el primero en implementar las reglas de Tercera Edición, justo antes del Neverwinter Nights (otro que terminé y que tenía una campaña como para llevarse varias collejas también). Y no sólo eso, ¡es demencial! Te tiran oleadas de monstruos a la cara y yo simplemente no puedo pufarme los personajes lo suficiente. Pero es que aunque jugase un guerrero con Fuerza 18, Destreza 18, Constitución 18, Inteligencia 3, Sabiduría 3 y Carisma 3, por poner el típico ejemplo de personaje min-maxeado, el juego seguiría siendo mediocre en su propuesta. Cierto que tiene como 10 años pero sus gráficos, curiosamente, no son lo que más me saca de quicio. Las quests están hechas con bastante desgana y falta de glamour. Un ejemplo es cuando a nivel bajo (excepto si importas los personajes una y otra vez) tienes que cascarte con un troll (de esos que se regeneran y pegan hostias como campanos, y tienes que matar con ácido o fuego) para recuperar la puta espada de una tipa que había por ahí. Por supuesto, eres bueno, deberías hacerlo, además la recompensa es muy golosa, curaciones a 1 moneda de oro son muy necesarias para las pantallas siguientes. Pero la quest en sí misma aparte de plantear un reto que puede llegar a ser serio es bastante cutre y poco interesante. Baste decir que al personaje, una vez hecho su recado, no se le vuelve a ver el pelo en los capítulos posteriores.


Nada que decir de los menús. El juego va chachi hasta que empieza la acción y con ella el tedio.

Mucho se ha escrito sobre tácticas y combinaciones, señores, eso no debería importar, a ver si es que sólo te puedes pasar el juego con las combinaciones más salvajes. ¿Para qué está entonces el modo pesadilla? Y creo que la cosa luego empeora, conformando una historia sosa, combates aburridos y saturantes, visitas a lugares de la primera parte desaprovechados, y en definitiva escasa motivación para pasarse el juego, que es como estoy yo después de 12 años.


Menos mal que aún no llegué al dragón, me hubiese tirado de los pelos.

Quizá algún día lo termine a base de nivelar los personajes, pero si hay algo que me revienta es el "grinding". Una mala despedida para esta clásica familia de juegos que marcaron una época. Icewind Dale 2 es un juego de rol flojo y desabrido, y no me cansaré de repetirlo, tenía cualidades para triunfar.

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