Sin duda lo habréis notado o quizás experimentado de primera mano, es un fenómeno clínicamente comprobado. Cuando nos enamoramos, nos volvemos idiotas. He decidido bautizar este cuadro con el nombre del caso más agudo que uno pueda encontrar en la literatura: Hikaru Hiyama, el lado corto del triángulo de KOR.
Hikaru era una macarra sin escrúpulos hasta que se encuentra con un tipo de buen ver (Kyôsuke) y, uso involuntario de poderes paranormales mediante, se queda colgada por él. Después de leer cinco tomos del manga, queda claro que cualquier tipo de personalidad que pudiera tener Hikaru antes de colgarse de Kyôsuke queda arruinada desde ese preciso momento. El colega Matsumoto usa a Hikaru sin piedad alguna como la pata coja del taburete, aunque no hay que olvidar que ella tenía la mano perdedora puesto que con 13 años no se puede pedir más.
Es frecuente ver ejemplos del efecto Hiyama. Frecuentemente se asocia a ser un calzonazos. Este síndrome puede ser letal combinado con la "Kasuguitis", que se caracteriza por la indecisión absoluta, abulia, bloqueo a la hora de resolver las situaciones clave, etc. Todos hemos pasado meses intentando conquistar a alguien, con cantidad de oportunidades, todo para no conseguirlo y encima llevarnos un mal rato. ¡Es el efecto Hiyama! Aunque fuertemente asociado a la inexperiencia, la inmadurez, lo inocente de la juventud, no se asegura que no se pueda dar en sujetos más curtidos.
Quizás el resultado más inofensivo de este desorden sea el quedarnos con las ganas de liarnos a la chica (chico) en cuestión. Relativamente. Lo que sí puede ser peligroso es salir en tales condiciones con la otra persona, puesto que adquirirá una situación de ventaja muy clara. A este respecto, se recomienda revisar el material compilado por Platero y Tú como "Ramón". Una historia clínica que se repite frecuentemente.
Pero bueno, en la era del feminismo toca echar mano de cualquier truco. Y si te enamoras perdidamente... estás jodido.
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