Pues sí, ya queda menos para que los robots gigantes asolen el mundo.
Battletech era una franquicia de ciencia ficción americana basada en las batallas entre robots tan altos como una casa, armados hasta los dientes con todo tipo de pavorosas armas. Que por cierto, estaba todo muy influido por el género de robots gigantes japonés (¿alguien ha dicho Mazinger?) , pero vamos que me lío. Aquellos poderosos robots, mucho más mortíferos que un tanque actual, se controlaban con lo que se llamaba un "neurocasco": un detector electrónico que analizaba los patrones cerebrales para que, cuando el piloto imaginaba que andaba, esos impulsos mentales se transmitieran a la máquina y el movimiento se reprodujera, desplazando al robot (que tenía patas, claro).
Todo aquello parecía pura ilusión, y la acción sucedía en el siglo 31, pero parece que todo queda más cerca de lo previsto. Leo en la Gaceta Universitaria que un grupo de ingenieros de la Universidad de Zaragoza (producto español) ha conseguido operar un robot sencillo desde Japón, con la ayuda de un prototipo de neurocasco no muy distinto del que se usaría para pilotar un BattleMech. ¿Cómo?, pues con la ayuda de unos electrodos, una cantidad inimaginable de horas echadas en la captación de las señales del cerebro, la traducción de esas señales a unos términos entendibles por el robot, y finalmente con una conexión a internet para transmitir la información desde el País de los Dioses a nuestro castizo país.
Así que nada, ya sólo falta que salgan unos Kearny y Fuchida para que podamos pisar otros planetas equipados con nuestros 'Mechs. El resto es historia.
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